El gobierno reparte juguetes baratos, despensas y cobijas en las colonias de la periferia. |
No hay lucecitas multicolores ni adornos, los pinos navideños que nadie compró se van secando, las calles lucen melancólicas y solitarias. No hay ánimos ni fiesta, no hay dinero. Ensenada vive la más triste y pobre Navidad en muchos años.
Además de los embates económicos que el Gobierno Federal ha propinado a todos los mexicanos, a los ensenadenses les han pegado otras desgracias. Ya no sienten tanto lo duro, sino lo tupido. Primero los cruceros que ya no venían, luego la homologación del Impuesto al Valor Agregado (IVA), el municipio en la frontera que paga la más cara gasolina y, claro, la Carretera Escénica cerrada, acabó de amolarlos.
El amargo trance lo vive no solamente el sector turístico, hoteleros, restauranteros, curioseros, sino todo el comercio está en crisis; cierres, recortes, deudas, son de todos los días. Diciembre de suyo es de bajas ventas, pero nunca como ahora.
Para empezar, no hay ocupación hotelera. Está el caso de uno de los de más tradición en Ensenada, Casa del Sol, que de 40 habitaciones, en esta temporada ha alcanzado a ocupar nada más cuatro o cinco. Hay días en que solamente hay una persona hospedada. Y todos los hoteles están igual, indica la propietaria Janise Izabal Bitterlin.
La empresaria menciona el aumento del IVA y el cierre de la Escénica como uno de los tantos factores de la debacle, que no la habían vivido desde 2008, cuando la ola de secuestros y asesinatos en Tijuana también les afectó. Los hoteles sobreviven gracias a las regatas que se celebran en el puerto en marzo y abril, las carreras de la Baja, el turismo familiar que llega principalmente de Mexicali, Sonora o San Luis Río Colorado en julio y agosto, pero los eventos son menos y los norteamericanos cada vez están más ausentes.
Las tarifas hoteleras se han mantenido hasta donde se ha podido. Pero no se pueden bajar a menos de 500 pesos el día. De ese importe, hasta un 20 por ciento se va en puros impuestos por pagar. Está el caso de hoteles más plus, como el Coral y Marina, que ha tenido que manejar paquetes promocionales de 100 dólares, incluyendo comidas y spa. Pero los de menor capacidad tienen que buscar reducir gastos de agua y electricidad. “Parte del agua de compra de pipa, otra a la CESPE, la ropa siempre ha sido un dilema, si se lava aquí o en la lavandería”, narra la propietaria de Casa del Sol. También se ha tenido que recortar personal.
Los hoteles son el reflejo de las calles de Ensenada y su malecón, desoladas, por lo menos de turistas. La llegada de los barcos y cruceros en realidad no reportan un gran flujo, los turistas que desembarcan “no compran nada… una cobija, unos totopos y una cerveza”. No quieren ni gastar 80 o 100 dólares para un recorrido.
Puro turista pobre
Para los comerciantes de las “curios” hay dos noticias, una buena, y otra mala. La buena es que ya llegan más barcos al puerto ensenadense. Lo malo es que sus visitantes no compran, las ventas son mínimas. De los dos días a la semana en que llegaba un crucero a la ciudad, pasaron a ser cuatro por semana, que son los únicos días en que se tiene la posibilidad de vender algo.
“Pero el turismo no trae dinero, cada día nuestro turismo es más pobre”, lamenta Yolanda Ramírez López, propietaria de Curios Yolis, negocio que lleva establecido más 32 años, y que empezó a padecer la crisis de 10 años para acá.
La clientela de los “curios” se conforma en un 95% de turistas -gringos y mexicoamericanos-, y solo un 5% de locales. Las ventas han tenido una baja hasta del 50%. Y la paradoja: “Ahora vienen más turistas, pero compran menos”.
Por decir algo, si antes un turista gastaba 100 dólares en souvenirs y demás chucherías, ahora solo gasta 25 dólares, “su poder adquisitivo ha bajado muchísimo”. Para enfrentar la crisis y bajar costos, en el establecimiento procuran tener los focos apagados y así gastar menos energía eléctrica, y sí antes contaban con cuatro empleadas, hoy la dueña tiene que atender directamente el negocio.
Quedaron atrás los tiempos en que la tienda Yolis compraba grandes cantidades de mercancía, hoy se va resurtiendo nada más lo que va haciendo falta, porque si antes los artículos permanecían un mes en los estantes, ahora pueden quedarse hasta dos años sin venderse. De un año para acá, con el cierre de la autopista, los turistas ya no caminan por la calles del Centro y se cierran negocios todos los días.
Si los turistas no traen dinero, menos los locales
Antojitos Mexicanos Maribel, ubicado en el Centro Comercial Villa Mexicana desde 1990, viene ofreciendo sabrosas comidas corridas y a la carta, básicamente a público local. Nunca habían enfrentado una crisis como la actual. La ventas han bajado a la mitad: “Antes aquí estaba lleno, y mire usted ahorita, dos o tres clientes”, ilustra su propietaria, Rosa Ortiz Ramírez.
Hasta los tacos están a precio de caviar. |
Han bajado las ventas, los que vienen comen menos, los que vienen lo hacen por necesidad porque son trabajadores de la Zona Centro, y en sábado y domingo cada vez son menos los paseantes que pasan por ahí. Los mexicoamericanos, que antes llegaban mucho, ya casi no se ven, “ha bajado desde lo de la Escénica”.
“Ya no es como antes que venía toda la familia, y si antes comían aquí, ahora piden para llevar”, explica la restaurantera, quien ofrece comida corrida a 65 pesos, después de que hace poco tuvo que incrementarle 5 pesos al precio.
Los costos de operación han aumentado en su totalidad, ya ni pueden pagar los 6 mil pesos que les llegan de luz, y tienen que hacerlo en tres pagos. Han tenido que despedir a tres empleados y deben preparar menos comida, aprovechar lo más posible los insumos.
Por ejemplo, si se les queda pollo asado, tienen que improvisar para el día siguiente unas tortitas de pollo. “Y aquí vamos sobreviviendo porque somos pura familia la que atiende, yo creo que los que tienen empleados simplemente no la hacen”, considera Ortiz.
Y en toda la plaza lucen locales vacíos, ahora el boom es abrir barecitos y cafés alrededor, “pero duran más en abrirlos y meter cosas, que en cerrarlos definitivamente”.
Hasta en los vicios han tenido que irse limitando los ensenadenses. Está el caso de la tradicional cervecería El Pirata, que por varias décadas ha funcionado sobre la mera Calle Segunda de la Zona Centro. Una de esas cantinas que funciona con un público cautivo, los mismos de siempre, pero que no consumen igual que antes. “Si estos tipos antes se tomaban cinco caguamas, ahora solo se toman tres”, explica el propietario de este sitio atendido por la familia Verdugo.
Según ellos no han subido los precios, pero ya no fían. A la botana de cortesía “hay que ponerle más frijoles” y ofrecerla solo tres días, son medidas con las que procuran sobrevivir. Son afortunados porque sus vecinos han muerto en el intento, cerraron a un lado la sub-agencia, una birriería, el restaurante Ensenada y los billares de al lado ahora está convertido en un estacionamiento público.
Los Oxxos, otra calamidad
Si la cerveza es tan socorrida y ahora falta el dinero para darse el gusto, para comprar café los ensenadenses también se la están viendo difícil. “El consumo ha bajado muchísimo este año, ahora vendo 700 cafés menos”, revela Janise Izabal, propietaria de las negociaciones ubicadas en varios puntos de la ciudad, Zu Taza, muy aclientado con el público local por su servicio de bistro, café y vino.
Refiere el mismo problema, menos clientes, y los que van, consumen menos, a pesar de que el café regular es el más barato e incluye refill. Botellas de vino ya ni han surtido porque ni se está vendiendo. Dicen que de septiembre a la fecha se ha agudizado el problema, las ventas han bajado hasta la mitad en relación al año pasado. El promedio de venta por persona antes era de 51 pesos, ahora bajó a 43. “Si antes pedían café y pastel, ahora sólo piden el puro café. O nada, una vez a la semana comen pastel”, ejemplifica.
Por su giro, aparte de los problemas enumerados en los anteriores casos, la propietaria de Zu Taza advierte que la apertura indiscriminada de tiendas de oportunidad como Oxxo y 7 Eleven, construidos prácticamente en cada esquina, les ha venido a dar el tiro de gracia.
A estos sí, nada les hace la crisis. |
Para abatir la situación, buscan reducir gastos, tener bien controlado su stock para que los consumidores no tomen azúcar o crema de más, concientizar a los empleados para evitar mermas, aprovechar al máximo los insumos, por lo que han podido evitar el despido de empleados. “No he recortado porque tengo ciertas ventajas, soy propietaria, yo me puedo bajar la renta, pero en otros lados sí despiden. Y ahí ves a mucha gente buscando trabajo”, argumenta la entrevistada.
La empresaria dice que desde hace dos años han estado cerrando negocios. Y que los ensenadenses ya no pueden salir viernes y sábado de fiesta, pueden hacerlo solo un día, pues el acudir a los restaurantes más conocidos de la ciudad implica un gasto de 500 a mil 500 pesos, tipo el Manzanilla, donde el consumo puede ascender hasta mil pesos por persona. Hay una clase social ensenadense con buenas posibilidades económicas, “pero es muy pequeña”.
Por ello los restaurantes de tradición se mantienen prudentes ante el tan llevado y traído boom gastronómico que se presume en la región, porque en lo que respecta a Ensenada, “sí, hay muy buenos lugares, y mucha fama, pero no tenemos gente local suficiente para eso”. Citan el caso del restaurante Casa Plascencia, que así como abrió, cerró; “creyeron que con el puro apellido era suficiente”.
A toda la serie de calamidades que les han venido a dar al traste a sus negocios, se agrega el hecho que el gobierno, de los tres órdenes, en nada les ayuda, al contrario, se dirigen a ellos solo en plan recaudatorio. Narra la hotelera y restaurantera cómo el hostigamiento de la Secretaría del Trabajo y Protección Civil, por ejemplo, llega al absurdo, queriendo imponer multas hasta por los detalles administrativos más insignificantes, pero con multas de 16 mil hasta 200 mil pesos.
Pero eso es otra historia. “Ha bajado mucho el poder adquisitivo”, es el diagnóstico propio. Y el pronóstico no puede ser más sutil: “Sí le tenemos miedito al próximo año… con lo del IVA, ¡nomás con eso tenemos!…”.
* Publicado originalmente en el Semanario Zeta, Diciembre 2014.
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